Suele ser frecuente confundir el contrato de consultoría y el contrato de auditoría, considerando que ambos ofrecen servicios similares. No obstante, existen diferencias muy notables, y es importante comprender sus principales diferencias para contratar adecuadamente el servicio que se necesite. A grandes rasgos, mientras que el contrato de auditoría consiste en contratar a una persona objetiva para que realice un examen independiente con el fin de verificar si la empresa está cumpliendo con todas las normas aplicables, el contrato de consultoría consiste en contratar a una persona especializada en un área para que ofrezca soluciones a problemas específicos de una empresa.
En la presente guía, se analizará, en primer lugar, los rasgos principales de ambos contratos, explicando en qué consisten, las cláusulas que debe contener como mínimo los contratos, y los beneficios que puede conllevar contratar cada uno de ellos. En segundo lugar, se explicará las principales diferencias entre uno y otro, ya que aunque ambos procesos son importantes, resulta imprescindible que se comprenda las diferencias entre ellos y cómo pueden ser más adecuados para diferentes necesidades y objetivos de la empresa.
El contrato de consultoría es un acuerdo mediante el cual una persona física o jurídica (una empresa, una asociación, etc) decide contratar voluntariamente a un consultor a fin de que le proporcione consejo o guía en una determinada materia, rama o industria con el objetivo de resolver problemas concretos o mejorar su rendimiento. Por tanto, el consultor es una persona que tiene conocimientos especializados en un área, y ofrece asesoramiento experto en dicha área.
Existen multitud de tipos de consultoría, dependiendo del tipo de materia a tratar. Las más usuales son la consultoría laboral (por ejemplo, para analizar los puestos de trabajo que pueden ser subcontratados para ahorrar dinero en impuestos), la consultoría legal (por ejemplo, se asesora al cliente para cumplir con los requisitos legales necesarios para iniciar un negocio), o la consultoría financiera (por ejemplo, se aconseja al cliente para que reduzca sus gastos y aumente sus ganancias).
De entre las cláusulas típicas de los contratos de prestación de servicios, es muy importante incluir de forma detallada el objeto de la consultoría (es decir, se debe indicar con precisión en qué va a consistir el servicio de consultoría prestado).
Asimismo, la cláusula de la duración del contrato es muy importante indicarla ya que hay algunas consultorías que pueden durar de manera indefinida (ej. consultorías que ven temas sobre impuestos), o por tiempo definido (ej. analizar y mejorar los resultados finales de un año fiscal).
Asimismo, se deberá incluir las siguientes cláusulas: a) una cláusula de inexistencia de relación de subordinación (es decir, debe especificarse que no existe relación de subordinación entre el cliente y el consultor ni viceversa; b) una cláusula de confidencialidad (las partes mantendrán el secreto de la información que obtienen durante la ejecución del contrato), c) una cláusula de transferencia de la propiedad intelectual e industrial (determinadas actividades que requieran un trabajo creativo por parte del freelance (como la redacción o el diseño) podrían estar sujetas a derechos derivados de la Ley de Propiedad Intelectual).
Como ya se ha indicado, un consultor ofrecerá su ayuda especializada en un área concreta gracias a su conocimiento. Tanto si se desea optimizar los resultados, minimizar las perdidas, obtener ayuda con un problema concreto, contratar a un consultor puede ser la solución. Además, aunque puede parecer un gasto extra e innecesario para una empresa, puede ser beneficioso a la larga ya que puede ahorrarle costes a la empresa.
A grandes rasgos, la función del consultor serán las siguientes:
El contrato de auditoría es un acuerdo mediante el cual una empresa decide contratar voluntariamente u obligatoriamente a un auditor para que emita un informe con su opinión sobre una materia en concreto. Los auditores pueden ayudar a identificar cualquier área de incumplimiento y recomendar acciones correctivas con el objetivo de que la empresa evite ser sancionada y tenga que hacer frente a multas cuantiosas.
Contratar una auditoría puede realizarse de forma voluntaria, cuando la propia empresa decide voluntariamente contratar a una persona objetiva y externa para que evalúe diferentes aspectos de la misma (por ejemplo, sus estados informáticos, los estados financieros, etc), o de forma obligatoria para garantizar el cumplimiento de las leyes (concretamente, los artículos 263 y siguientes del Real Decreto Legislativo 1/2010, de 2 de julio, por el que se aprueba el texto refundido de la Ley de Sociedades de Capital y la Ley 22/2015, de 20 de julio, de Auditoría de Cuentas obliga a las empresas a realizar una auditoría de sus cuentas anuales).
Existen multitud de tipos de auditoría, dependiendo del tipo de materia a tratar. Las más usuales son las siguientes:
Como ya se ha indicado, puede ser obligatorio contratar a un auditor para garantizar el cumplimiento de las leyes y reglamentos aplicables. Por tanto, la empresa deberá analizar si tienen la obligación de auditar sus cuentas anuales, y si es así, deberán contratar a un auditor externo para que lo realice.
Asimismo, puede ser recomendable contratar a un auditor para mejorar los controles internos de la empresa (ayudará a identificar cualquier debilidad en los controles internos de una empresa y hacer recomendaciones para mejorarlos), y a detectar posibles fraudes (que no haya apropiaciones indebidas de los activos de una empresa0.
Por último, otra razón para contratar a un auditor puede ser para que simplemente emita una opinión independiente sobre los estados financieros de una empresa. La opinión de un auditor puede garantizar que los estados financieros de una empresa no presentan errores significativos y que se muestran de forma fiel de acuerdo con los principios contables.
A lo largo de la guía ya se ha explicado lo que hacer un auditor y lo que hace un consultor, y aunque ambos tipos de contratos consisten en prestar servicios a diferentes empresas para ayudarles a mejorar, en verdad existen grandes diferencias entre ellas. A continuación se indicarán algunos de los principales diferencias entre unos y otros.
En primer lugar, los consultores ofrecen asesoramiento para ayudar a las empresas a resolver problemas y mejorar las operaciones de la empresa, mientras que los auditores realizan una evaluación independiente de diferentes partes de la empresa para emitir un informe imparcial (ej. estados financieros, su sistema informático, etc). Se podría decir que los consultores ayudan a las organizaciones a mejorar, mientras que los auditores las ayudan a protegerse de los riesgos.
En segundo lugar, otra diferencia puede ser la duración del contrato o el tipo de relación, ya que mientras los auditores suelen ser contratados una sola vez para realizar una revisión específica, la relación con los consultores suele ser más duradera o por un periodo de tiempo más largo para que ofrezca apoyos continuos.
En tercer lugar, los auditores tienen que ser profesionales independientes que deben examinar de forma imparcial la documentación que le dé la empresa para que emita una opinión objetiva, mientras que los consultores no tienen que ser independientes, sino que basta con que aporten su experiencia en un asunto concreto.
En cuarto lugar, el informe final que elabore el auditor suele ser utilizado por los inversores, los acreedores y otras personas que tienen un interés financiero en la organización, mientras que el informe de un consultor suele ser utilizado únicamente por la dirección de la propia empresa para tomar decisiones sobre cómo mejorar la organización.
Por último, mientras que la consultoría es completamente voluntaria, la auditoría es un proceso requerido legalmente en algunos casos.